La gestión del viñedo está evolucionando en los últimos años hacia modelos de producción más sostenibles, para adaptarse a las tendencias en la demanda de los consumidores, y para cumplir con los nuevos criterios agronómicos fijados por la Unión Europea, que exigen una gestión preventiva de la sanidad, un uso menos agresivo del suelo y una reducción drástica del consumo de agua o de fertilizantes.
Para implantar esas nuevas líneas de trabajo, el viticultor dispone de un catálogo renovado de soluciones en el mercado, y puede echar mano también de las herramientas digitales, que le ayudan a ajustar mucho mejor cualquier tarea. Aunque, quizá el instrumento más potente para construir esa nueva viticultura es la innovación genética, que está ayudando a conseguir ‘súpervariedades’ en todas las zonas, con las que construir viñedos más sanos y longevos que permiten afrontar mejor todos esos retos dentro de un escenario cada día más imprevisible, derivado del cambio climático.