La producción de cereal está cada día más integrada en la cadena de valor agroalimentaria y la trazabilidad del cultivo es uno de los criterios de calidad más apreciados, lo que obliga a un mayor control de los inputs empleados desde la siembra a la recolección, cobrando en este contexto, una especial relevancia el apoyo de las cooperativas. La reforma de la PAC, que entra en vigor en 2023, ahonda también en estos aspectos y abre un nuevo escenario para los cereales y su papel en la rotación de cultivos, que estará condicionado por el refuerzo de las políticas medioambientales y por las normas que limitan el uso del nitrógeno, lo que plantea importantes retos agronómicos que los agricultores deben solventar apoyándose en un mayor conocimiento y en las nuevas tecnologías.